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La esquizofrenia (del griego clásico σχίζειν schizein 'dividir,
escindir, hendir, romper' y φρήν phrēn, 'entendimiento, razón, mente')
es un diagnóstico psiquiátrico en personas con un grupo de trastornos
mentales crónicos y graves, caracterizados por alteraciones en la
percepción o la expresión de la realidad.1 La esquizofrenia causa además
una mutación sostenida de varios aspectos del funcionamiento psíquico
del individuo, principalmente de la conciencia de realidad, y una
desorganización neuropsicológica más o menos compleja, en especial de
las funciones ejecutivas, que lleva a una dificultad para mantener
conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción
social.
Los síntomas de la esquizofrenia suelen comenzar en adultos
jóvenes y aproximadamente 0,4-0,6% de la población se ve afectada.5 6
Una persona con esquizofrenia, por lo general, muestra un lenguaje y
pensamientos desorganizados, delirios, alucinaciones, trastornos
afectivos y conducta inapropiada.7 El diagnóstico se basa en las
experiencias reportadas por el mismo paciente y el comportamiento
observado por el examinador. No existen actualmente pruebas de
laboratorio para el diagnóstico de la esquizofrenia y ninguno de los
síntomas es patognomónico de esta condición, lo que dificulta el
diagnóstico.
Algunos estudios sugieren que la genética, defectos
durante el neurodesarrollo, el entorno durante la infancia o procesos
psicológicos y sociales son factores importantes que pudiesen contribuir
a la aparición de la esquizofrenia. Ciertos medicamentos y el uso
recreativo de drogas parecen causar o empeorar los síntomas. La
investigación psiquiátrica actual se centra en el papel de la
neurobiología, pero no se ha encontrado ninguna causa orgánica.8 Se ha
notado un consistente aumento en la actividad de la dopamina en la vía
mesolímbica del cerebro en las personas esquizofrénicas. Sin embargo, la
dirección de la causalidad biológica continúa siendo una incógnita.
El
tratamiento farmacológico de primera línea son los medicamentos
antipsicóticos, que fundamentalmente actúan suprimiendo la actividad de
la dopamina. Las dosis de los antipsicóticos empleados son generalmente
más bajas que en las primeras décadas de su uso. La psicoterapia y la
rehabilitación profesional y social también son importantes. En casos
más graves, donde hay riesgo para el mismo paciente y para otros a su
alrededor, puede ser indicada la hospitalización involuntaria, aunque la
estadía hospitalaria es menos frecuente y por períodos más cortos que
en tiempos pasados.9 Por lo general, los trastornos de la cognición
contribuyen a problemas persistentes de la conducta. Los pacientes
esquizofrénicos suelen tener otros problemas de salud, incluyendo
drogodependencia, depresión y trastorno de ansiedad,10 así como
problemas sociales como desempleo, pobreza y baja calidad de vida. La
esperanza de vida de los pacientes con esquizofrenia es de 10 a 12 años
menor que los individuos sin la enfermedad, por razón de los problemas
de salud y una mayor frecuencia de suicidio.
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